martes, 6 de marzo de 2012

COMO DIRÍA MI MADRE: FUEQUE QUE FUEQUE

El motivo de la presente es sacarme el sin sabor, la desazón que me ha dejado una de las tantas repercusiones que ha tenido que asumir la comunidad educativa, con relación a la reacción violenta que se ha dado en los últimos días y semanas.
Pareciera ser que estamos condenados a repetir los vicios de una sociedad que sentada y en silencio se pregunta qué puede hacer, mientras sabe y conoce las respuestas pero por temor, pereza, porque no hay un líder o por que como diría mi madre fueque que fueque; no queremos comenzar a realizar para cambiar las cosas.
Ayer a la hora del descanso un estudiante de grado 11, un estudiante como cualquiera se acerco y se despidió con la voz entre cortada y una mirada triste, me conto que debía irse porque la situación se había salido de las manos y había reaccionado mal frente a una situación (no pienso excusarlo), que por su seguridad debía irse a terminar sus estudios en otro lugar.
Pareciera que es inevitable que todos asumamos las consecuencias de nuestros actos y si bien es cierto que él asume las suyas, tenemos que decir que es culpa de todos, porque todos somos el marco de la situación, conservamos silencio frente a estos actos, repetimos formas de violencia verbal, física y simbólica en un espacio que si bien no es sólo académico si debe darnos la posibilidad de asumir la vida con dignidad (el colegio donde pasa o ha pasado la mitad de su tiempo).
El estudiante que se va tiene el nombre de todos, siente como todos y asume lo que muchos permitimos, por no decir que todos. Alguna vez un amigo me dijo que “solo el día que os jodan a todos ese día entenderemos” y en efecto, aquí muy pocos entienden el dolor del que se va, porque los que se quedan en unas cuantas semanas lo recordaran como uno más que se fue, pero por más que muchos se vayan nos quedamos con varios problemas, y el más importante a mi parecer es la indolencia, la falta de memoria y la condena de repetir ésta situación varias veces más. El problema no es el que se va, ni más faltaba es el colectivo que permite que esto ocurra, lo celebra y se queda en silencio.
Así pues que lo que nos queda por hacer es evaluar los procesos de convivencia, y no hablo de los observadores, el problema de nuestra convivencia es que tenemos que dejar de ver en el otro un enemigo, un extraño, una amenaza. La escuela debe ser un lugar donde vayamos a aprender lo que de verdad es importante y es a vivir en BIEN- ESTAR, a respetar y a asumir la responsabilidad social de mejorar las condiciones que afrontamos en nuestro día a día.

Janupa

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